Novillero José Monje Plata. 7-03-2011


     Este reportaje fue realizado el lunes de Carnaval del año 2011. Yo no soy muy dado a ver una corrida de toros, pero ese día mi amigo Román me invitó a presenciar esta novillada. Lo primero que me llamó la atención fue ver al joven novillero José Monje encomendándose a los cielos con una gran concentración antes de comenzar la faena. Me pregunté que sentiría una persona tan joven al enfrentarse con un mundo tan dificil y peligroso como es el del torero. Entonces decidí intentar transmitir con mi fotografía los sentimientos de un aspirante a matador de toros en una de sus tardes de gloria.




     Comienza la lidia. Con los primeros pases de capote, el ser humano se presenta ante el animal. Haciendo uso de su astucia y sabiduría trata de conocer, entender y medir a su contrincante, el toro.








     Tras el brindis, el novillero deja caer el sombrero con sutileza para vencer a la superstición. En este momento siente soledad y miedo; miedo que es aplacado por el valor. Ahora, con templanza e inteligencia, logra convertir el valor en arte, el difícil arte de "bailar con la muerte."




     Con la muleta, el joven espada hace alarde de su poder y dominio ante el novillo. Antes de que toque el clarín debe dejar bien claro quien es el que manda, y a la vez, debe ganarse el respeto del astado.





     Llega la hora de entrar a matar. Multitud de sentimientos se agolpan. Serenidad, arrojo, fuerza, valentía... El joven novillero se enfrenta de cara contra la bestia y expone todo su ser para lograr que el toro tenga una muerte limpia.

 



     Su contrincante ha muerto. El respeto y admiración por el toro se hacen patentes. José medita brevemente sobre su faena y siente verdadero orgullo por la nobleza del animal.




     Entre aplausos, el torero resurge de su soledad. Su semblante refleja serenidad y agradecimiento. Ha acabado su faena y ahora, todo ese cúmulo de sensaciones, dan lugar al sentimiento mas profundo, su amor por el mundo del toro.






 

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